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CAPITULO II

Estaba vagando en aquel universo absurdo, informe, sin pies ni cabeza, que apenas llegaba a comprender; ni siquiera alcanzaba a calificar lo que le estaba sucediendo. Esto le desconcertaba, pues siempre tuvo una inteligencia portentosa y pensaba cómo se sentiría un hombre común en su lugar, dada su sensación de desamparo y zozobra. Había leído algo en su tiempo, algunos escritos de Agripa y de Paracelso, quienes habían hablado del Astral : el astral, que siempre creyó una palabra y que ahora, aciagamente, sentía todo su gravamen, aquella realidad ostensible que alzaprimaba su impotencia, su dejadez, su inutilidad. No podía salir de ahí, estaba condenado y esto, pese a ser lo que era, le conturbaba sobremanera, helándole hasta el tuétano.
Estaba harto de tropezarse con larvas, siempre aviesas, con envolturas, siempre hueras, con espíritus descarnados, terriblemente aburridos ; incluso los upiros que no habían sobrepasado el mundo astral eran terriblemente vulgares, añorando constantemente las pasiones prosaicas y los vicios del mundo.
-“Ernst Theodor”- le susurró una voz antigua.
Y su corazón inexistente brincó en lo que otrora fue su escuálido cuerpo mortal.
-“¿Qué me quieres ?” -inquirió azorado el fantasma, apenas sobreponiéndose a la emoción de no sentirse sólo, de escuchar un eco inteligente.
La voz le habló nuevamente y entonces supo que sonaba en los adentros de su cabeza, no como cuando era un simple mortal, sino por aquella vía que algunos pioneros habían calificado de telepática. Supo que sus pasos le habían llevado erráticamente al umbral y que se encontraba ante un guardián de la puerta, que también había sido vampiro durante ochocientos años, pero que ahora era un espíritu superior y en nada echaba de menos la antigua existencia de sangre y ocultación.
Entonces la voz le habló nuevamente, con una claridad meridiana :
-“Te están llamando”.
-“¿Quién ?”.
“Mira…”, pareció susurrar la voz y la tiniebla se abrió y pudo ver a un hombre con negras patillas delante de un ordenador, en una habitación amplia y bien iluminada, con las paredes prácticamente forradas de estanterías, nutridas de libros y, en todo ello, flotaba mucha inteligencia, mucho pensamiento, gran ponderación, mucha creatividad, como una nube densa y mirífica, trascendental casi, que olvidaba las torturas del tiempo y las premuras de la vida ordinaria, y hacía del intelecto el primum móbile de los días.
-“No soy nada” -murmuró el anciano fantasma.
-“Si, eres más de lo que piensas” -pareció reponderle la voz-. ”Eres su hijo, el vástago de su pluma”.
El joven estaba triste; se veía a las claras que la vida no le gustaba y que encontraba en el estudio la razón primera de su existencia : era como el Hilo de Ariadna, que le fijaba a una existencia común, impuesta, pero no deseada.
-“A todas luces no es feliz, puesto que este no es un atributo del hombre que comprende. Busca un mundo nuevo y, en parte, lo ha conseguido. Pero le hace falta algo más, la Vida Eterna” -murmuró nuevamente la voz antigua.
-“La vida eterna no es garante de la felicidad”.
-“Tú al menos tuviste esa opción y fue él quien te la dio”.
-“No entiendo nada, pero de lo que estoy seguro es de que no puedo dejar este mundo mientras tenga este, llamémosle cuerpo. Necesito una forma humana para caminar nuevamente entre los vivos”.
-“¿Estás seguro de que es tu deseo ?.¿Te has fijado bien en él Exhorbitus ?.
-“¡Exhorbitus !”.
-“Sí, el que esta fuera de órbita, de todo orden, el que no se rige por las leyes de su tiempo. Tu eres como él, eres lo que el quiso que fueras, lo que él es, un apátrida moral. Pero, míralo con detenimiento, ¿te has fijado bien en él ?”.
El fantasma se inclinó sobre el hueco entre los mundos y escrutó con profunda concentración.
-“Se ha dormido, está muy cansado, casi derrotado” -repuso-. “Casi me apena su desmadejamiento sobre el renegrido escritorio”.
-“Míralo bien, anciano”.
Exhorbitus se quedó enteramente perplejo y después experimentó una mezcla de sorpresa y de emoción, una emoción que trataba de soslayar, porque su nebuloso cerebro astral no quería asumir lo evidente.
-“Es joven todavía” -musitó.
-“Y, al igual que tú, es un doctor, aunque no de la misma ciencia”.
-Sí, y se me parece mucho: cuando fui joven tuve fuertes brazos como él, vivos ojos azules, como turquesas, y mi mirada era profunda y clara, aunque con la vejez mis músculos se desinflaron, mi mirada perdió su brillo y casi por completo su antigua escrutación y mi cuerpo perdió las carnes, debido a los trabajos y privaciones y a la incuria, y mis brazos acabaron pareciendo apenas aspas de molino”.
-“Claro que sois muy semejantes, ahora y antes, siempre habéis sido uno, puesto que formaste parte de él desde su niñez, porque él te creó en el laboratorio de su mente y sus deseos, te dio el ser y la forma. El es tu padre”.
-“¿Mi padre ?”.
-“Si tu padre, tu creador. El útero donde maduraste fue su inteligencia, el semen que te generó fue la negra tinta de su pluma y el regazo que te albergó el blanco pergamino sobre el cuero de su antiguo escritorio... Oh, Exhorbitus, criatura vana, eres solamente una ficción, un personaje de novela. El es tu padre literario, te creó para satisfacer sus anhelos. El siempre deseó ir a tierras balcánicas e investigar el vampirismo, estudiarlo sobre el terreno, abrir tumbas y hallar el mal antiguo en su interior y nunca pudo hacerlo. Por eso te creó, para que tu hicieses, en la ficción, lo que él nuca pudo llevar a cabo en la realidad. Surgiste a partir de un deseo y de una idea, pero fuiste siempre en su corazón un personaje tan real como el aullido del lobo, la palidez de la luna, el castillo del viejo conde o el viento de invierno en las altas montañas... Los sabios han dicho que la palabra es el verbo y el verbo es el ser. Lo escrito es palabra, los pensamientos son palabras y el astral es un lugar donde los pensamientos pueden cobrar vida, siempre y cuando los animen emociones poderosas, puras y genuinas”.
El fantasma pareció derrumbarse en el abismo de la desesperación.
-”No te sientas vencido, él quiere que vivas otra vez, por eso está escribiendo una nueva novela, para resucitarte. Sin embargo, en el hondón de su alma desea algo más profundo: siempre ha anhelado el Don Oscuro y desea que la idea tome forma y que entres a formar parte de él, tú, el hijo nonato y redivivo, el muerto y renacido, el recipiente y el dador, dos en uno, uno y dos, uno en definitiva : el ternario, lo uno, lo otro y el principio unificador. De ahora en adelante andaréis juntos en el plano material, porque tú nunca has existido fuera de él, has sido apenas un engrama en su complejo cerebro. Serás tú en él y él encontrará en tí una parte que siempre deseó, puesto que él fue el creador de la idea, el dador de la forma y el propulsor del deseo inusitado. Así sea”.
El fantasma perecía ahora más desconcertado que nunca.
-“No te azores, cuando llegue el momento no te enterarás, Es como una fusión, como un dedo amputado que se cose a la mano traumatizada”.
-“¿Cómo lo haré, cuando será, cómo llegaré hasta él ?.
-“Hay muchas preguntas que no puedo responder, solamente sé que él te llamará a través de mí y que por esta puerta accederás a su mundo, si su deseo es sincero y grande, y si conoce el ritual apropiado”.
-“¿Dónde vive ?.¿Adónde iré ?”.
-“Irás donde él está, a su patria geográfica, si bien él es de ninguna parte. Nació ahí por azar, pero no ama su tierra ni a su gente, si bien tiene auténticos afectos particulares... Irás donde el quiere que vayas : no es Transilvania, sino Valldigna ; su gente no es eslava, ni iliria, ni zíngara, ni checa, ni slovaca, ni sajona, ni balcánica en fin, sino latina, pero te sentirás allí como pez en el agua y regresarás al vientre materno, al seno de quien te dio el ser porque, como te he dicho, tú eres su creación, su hijo, el mero producto de su cerebro y de su corazón”.
Exhorbitus miró con aprehensión el mundo circundante y sintió angustia; deseaba ardientemente abandonar aquel lugar inhóspito y desventurado : era un mundo tenebroso y sin luz, de extrañas formas y apagadas matices de color, de tonalidades indefinidas e insalubres sugerencias, donde el tiempo no podía calibrarse y el espacio era una quimera. El era eso, nada más : una sombra que vagaba solitaria, cargando los pesados lastres del tedio y la desesperanza, por siempre jamás. Deseaba, más que cualquier otra cosa en el mundo -y más en su mundo nauseabundo y de manera desesperada-, que aquél hombre, a quien Ditmar, el Guardián de la Puerta de su salvación, del mundo porvenir, había llamado su padre, conjurase las sombras y manipulase los elementos de la voluntad y de la naturaleza para dar un nuevo hogar a su mente y un nuevo pecho a su corazón sin pulso. Pero sobre todo deseaba lo mismo que aquél que le parió in literatis e in psychologicis : sangre, la roja sangre caliente, rebosante de vida, fecunda de eternidad, pletórica de mañanas”.

2 Comments:

  1. stultorum said...
    Buenisimo capitulo, Dices que empezaste a escribirlo a tus 19 años?.
    Unknown said...
    Sí y la terminé a esa edad; la del profesor Exhorbitus a los 18 y la que presentaré después de la inacabada "Sombras", con 19-20. Te madé un e.mail. Slds.

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