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Crónica de Bucarest

Salvador Alario Bataller

Es de noche, ya he cenado y salgo del hotel a dar una vuelta. Decido tomar un coche de tiro, no un taxi, que me lleve a un paseo apacible por esta ciudad peculiar. Viene hacia mi uno, pero no es un coche abierto, sino una calesa negra, tirada por dos caballos del color de la n ...oche. Apenas sin mirar al conductor, subo y me siento cómodamente. Enciendo un pitillo, encantado de estar al fin dentro de este vehículo de los viejos tiempos, algo que deseo hacer desde hace mucho. Le indico al hombre unos sitios específicos, nada que ver con esos barrios de edificios mastodónticos y horrendos que el dictador régimen construyó masivamente destruyendo gran parte en la antigua urbe.Echo unas fumaradas, un tanto inquieto. La razón de mi zozobra estriba en que aún no me he arrancado de la cabeza esa frustración: fui a Borgo Pass, subí a las ruinas del castillo, pero no descubrí el menor vestigio de la existencia del viejo conde. Nada olía a él, nada lo sugería, era como si el sistema se hubiese tragado absolutamente la remembranza de una antigua presencia.Sigo fumando, ya más resignado. El postillón, que para mi sorpresa habla un perfecto castellano con un extraño acento, me cuenta parte de su vida. Me habla de su heredad paterna, de una ruinosa fortaleza en la cordillera nevada, de los lobos y de la hermosa música que hacen. Me entra el vértigo y, por un instante, casi escapo de allí corriendo. Pero él me dice que me tranquilice e insólitamente lo hago: Tiene demasiado apego a la vida, se lamenta, pese a su condición,y negoció con las autoridades este humilde oficio y la nocturnidad a cambio de auto-control (es decir, comer prácticamente grandes roedores) y trabajo, además de la más absoluta sumisión al sistema, un sistema al que, a la postre, lo que más le importa es la mano de obra.

FUENTE: RETAZOS DE VAMPIRISMO (lo que nunca o casi nunca se ha dicho sobre los vampiros), Salvador Alario Bataller (Inédito)

http://www.ddooss.org/articulos/entrevistas/Thomas_Bernhard.htm

http://corominasijulian.blogspot.com/2010/10/la-emboscada-de-ivan-humanes-en.html

NARRATIVAS 19

http://www.revistanarrativas.com/

http://www.amazon.com/s/qid=1244309363/ref=sr_gnr_aps?ie=UTF8&search-alias=aps&field-keywords=Salvador%20Alario%20Bataller

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/anderson/suicida.htm

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/black/luces.htm

POE

de Paco Gallo


http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ing/poe/barrilde.htm

Generación.net

http://www.generacion.net/la-emboscada-de-ivan-humanes

http://32lineasyeste.blogspot.com/2010/07/la-emboscada-de-ivan-humanes.html

NARRATIVAS 18

http://www.revistanarrativas.com/

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arreola/corrido.htm

http://ivanhumanes.blogspot.com/2010/06/el-perro-blanco-52.html

EL unicornio, de ESTRÓGENOS, mi último libro de cuentos (breves y no tanto...), inédito (y buscando editor...)


El unicornio

Violette, casi una niña, encontró en el fondo del bosque al unicornio. Fue el inició de un gran amor. Pasó el tiempo y, desde entonces, el unicornio tiene dos cuernos.

http://undostrescuentos.blogspot.com/2010/05/el-evangelio-segun.html

http://www.revistadeletras.net/papeles-de-recienvenido-y-continuacion-de-la-nada-de-macedonio-fernandez/

EL COBRADOR

EL COBRADOR

CUENTOS INHUMANOS

PERRO BLANCO

LAFCADIO HEARN

INEXISTÈNCIA

"Aquest llibre està escrit per un autor inexistent, dedicat a una tribu inexistent. Pregonament inexistents, ambdós. Però aquí rau llur encís. La modernitat, el futur, serà inexistent o no serà. Per aquí van les coses de debò, les serioses."

Miquel Bauçà, El Canvi. Des de L'Eixemple, Barcelona, Editorial Empúries, 1988

Anticipo de uno de los relatos de LOS CANÍBALES:
Con mucho gusto nos ocupamos de recibir a nuestros tres jóvenes. Queda dicho que eran unos vecos bien altos y fuertes y que eran tres. Nosotros, ya viejos y cerca más de los ochenta que de los cuarenta les dijimos: “Vengan aquí y no tengan miedo de la fría noche, que les ...acogemos en nuestro pequeño hogar”.
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La ciudad desvanecida
2000



A la memoria de Arthur Machen

*

Mi ciudad es tierra, cielo, quizá el mar y
atardeceres. Siempre un efecto de luz y
memoria. Tus manos y un pequeño dibujo
que me acompaña y me sostiene en el
inevitable duelo de las despedidas. Los libros,
las palabras, la dificultad de la escritura, el
destierro fértil, el placer desinteresado, los
amigos y tantas citas solitarias. Ninguna calle
y todas las esquinas. Ningún lugar y la noche
de océanos sugeridos. La rutina y sus secretos.
Un pájaro ciego, un triángulo de rumores,
ejercicios de hastío y las palmeras. Mi ciudad
es tu mirada y la constancia presentida que se
hurta a los múltiples requerimientos de la ira.
Pero también es mi infierno y mi desdicha, el
horror y la tormenta, un bosque sellado que
se convierte, poco a poco, en una trampa de
silencios: el cuerpo, la duda y la distancia.

Vicente Ponce, “Hielo en los alrededores de la palabra”,
en Instrucciones para mirar el silencio.




*





Este hombre que llegó a la capital, dejando atrás un valle digno y una infancia feliz, se llamaba Salvador Amargo de Dios y, entre otras cosas, era escritor. Su más remoto antepasado -por lo menos en lo que a testimonio histórico se refiere- fue Ramón Bataller, que vino desde Francia con Jaime I de Aragón para debelar el dominio del moro de Valencia. El tenía a gala este dato, más bien para su coleto, pues pocas veces habló de ello, inclusive a los íntimos, como tampoco dejó ver la indiferencia que, desde un principio, le provocó la gran ciudad. Este sentimiento, no obstante, se trocó con los años en irritación e inclusive en sentido desdén.
No tuvo hijos y sus antecesores fueron personas sin relumbre, excepto aquel abuelo materno que, por allá los veinte, marchó a tierras cubanas y ganó cierto renombre en el doble y paradojal quehacer de empresario y artista. De él, conservaba una edición de Los Miserables de Víctor Hugo en seis volúmenes y autografiado. También un gran retrato de época, de un hombre bello y viril, pero de rasgos bondadosos, ocupaba un lugar destacado en la casa, sobre la vieja estantería estilo regencia, constituyendo, más allá de los comentarios familiares, la única huella que el tiempo dejó de aquél que nunca volvió.
Su padre ajó la vida en la lucha con la tierra y en los condicionantes que imponía el dicterio del antiguo régimen, y su madre, continuando el canon de la costumbre, le siguió como una sombra. Una de las marcas que guardaba indeleble en su memoria, la de Amargo, fue el momento de su muerte cuando, con la avanzada edad, la abatió una hemorragia cerebral masiva; después vino el coma, por seis días, durante el cual hubieron breves e inanes momentos de conciencia, una pequeña franja de libertad en el ocaso definitivo, donde dolientemente repetir sentimientos, pedir perdón y elevar infructuosas súplicas. El había nacido con una límpida mirada azul, una recompensa del cielo por el otro niño, el que murió al año justo, un ángel le habían dicho, y al que Dios había dado unos ojos sin luz... La tiniebla y el cielo azul.
Fuerzas absurdas e inexorables de la vida hicieron del hijo el mayor don y la desdicha más gravosa, pero en aquellos momentos definitivos todo lo malo parecía irrelevante, desvaído, y se fomentaba la amargura natural del momento: ella se iba con dolor y él se quedaba con lo mismo.
A la pérdida irreparable se unió un nuevo aguijón. Después de unos años, la malquerencia de familiares esquivos hizo que Amargo vendiese la casa y dejase el lugar; marchó a la ciudad que juzgó de gris y anodina. Este dictamen se modificaría apenas con los años. Vivió en otra casa. Allí no había luz, ni viento, ni un rumor muerto, no había nada, más que el tono monocorde de los días y la tristeza. La apartó de sí poco a poco, llenando las horas de palabras. Después habitó otra casa, en una avenida principal, donde fue más feliz y pudo realizar, en parte al menos, lo que se había propuesto hacer en la vida, como cumplimiento -como él creía- de su destino ineluctable. Sin quererlo iba haciendo carne la tortura y el tiempo byronianos.
En la ciudad vivió cincuenta años. En ella, desde luego, no había nada de aquello de las flores, de la luz y del amor, ni su mera prefiguración. Hubo, como en el poema, alguna cita memorable, despedidas, palmeras, muchos libros y no poca desdicha. Buscó en todo momento un mundo propio en el cual evadirse de los desafueros de la vida común. Ciego a todo ello fueron sus distracciones y sus dichas el alivio de sus enfermos y los libros escritos, leídos y releídos en los momentos profundos vividos en aquella habitación de muebles renegridos, de alta y bien nutrida biblioteca. Fue entonces cuando constató al fin que aquello no formaba parte de la vida, que la trascendía, como tal vez, él mismo. Sin embargo, esta creencia, no le dio consuelo. Año tras año se contentó con la idea de lo que tenía y con la esperanza de regresar algún día a un terreno que había preservado, temiendo que el tiempo le empujase a volver al lugar de sus orígenes.
Se llegó a sentir como Machen y su retazo de vida, huyendo con el pensamiento del monstruo de la gran ciudad y yendo a la espesura del bosque arcano, ese que tiene su lugar en el alma y que prefigura el sueño. La decisión llegó, como todas las cosas de la vida, con el tiempo; entonces, llegando al final, reconoció, no sin zozobra, que había vivido siempre con un sentimiento espeso en el corazón: la desgana de vivir y el miedo, que surgió de un sentimiento hondo de extrañeza hacia sí mismo y de la futilidad de las cosas, de la ciudad misma, como promesa fementida.
Llegó a la estación cuando todavía faltaba un cuarto de hora para que el autobús saliese; mató el tiempo tomando un café en el bar. Había poca gente en el local y disfrutó de un pitillo en aquellos momentos quedos, sellados y cálidos, incapaz de arrumbar cierta tristeza, porque aquellos minutos constituían el proscenio del adiós definitivo a la gran urbe que, pese a todo, le había albergado durante varias décadas.
Poco después, los últimos suburbios de Valencia quedaron atrás y el autobús atravesó campos de arroz dorados, prontos para la siega, y arrabales de algún pueblo que él sabía populoso. Debió dormirse durante un tiempo considerable, pues lo despertó el viraje del vehículo al tomar una curva y entrar en el valle. Atardecía y éste se extendía ubérrimo de naranjos hacia el horizonte, contra la herradura anfractuosa de las montañas, dejando a un lado el mediterráneo azur y proceloso. Nada parecía haber cambiado desde que él lo dejó, todo parecía permanecer sin alteración ninguna, en ese ritmo elemental del tiempo que no cambia a la tierra ni a algunos hombres, como también incólume se levantaba la masa venerable del monasterio cisterciense de Santa María de la Valldigna y los torreones devastados del castillo árabe, allá, en el este, en el límite del cielo, sobre su soberbio espolón rocoso.
Bajó en la plaza del pueblo. Estaba allí nuevamente, cincuenta años después, acompañado por el hosco rostro de la vejez, frente a un horizonte amplio de amigos perdidos y familiares muertos. Empero, todas las cosas radicaban en él, el mundo mismo, y el alfa y el omega: el tiempo, el deseo y la espera y aquel mundo aparte que había construido de libros y de pensamiento.
Volvió al bosque, se instaló en la casa y limpió el calvero que, muchos años atrás, había robado a los elfos con el trabajo de sus manos; y allí plantó un huerto. Asimismo, volvió a rendir culto a las deidades paganas y a conversar con sus amigos veros, los escritores muertos, pero de palabras eternas. Allí vivió de nuevo, del modo que él quería: vio una vez más la muerte roja, holló el bosque del gran dios Pan, contempló el tenebroso castillo de los Cárpatos y temió a los dioses antiguos que moraban en universos ominosos más allá del espacio-tiempo conocido; escucho así mismo el aullido del gran gris que, en el crepúsculo de los tiempos, devorará al sol y, en la noche profunda, volvió a sentir el vuelo del dragón. Y sintió con ello que era un hombre, un hombre entre muchos hombres -pero algo más-, y que la historia se repetía indefectiblemente, cada vez con diferente factura, pero de modo inevitable una replicación más en el ciclo de las repeticiones, con un propósito desconocido, que nunca llegaría a saber.
Se reafirmó una vez más en aquello que rezaba el adagio chino de que nacer es llegar y morir es volver y encontró la clave de la espera en releer aquellos libros que había amado cuando en él, la vida, se hacía a sí misma.

PAUL AUSTER

Salvador Alario Bataller

Lugar:
Avda, Blasco Ibáñez, nº.126, 6º, 28ª Valencia 46022 Spain

Teléfono:
963724197

E-mail:
alario7@msn.com

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OBRA PUBLICADA A)CIENTÍFICA: 8 libros de Psicoterapia y Sexología (editorial Promolibro, valencia). 36 artículos especializados en diversas revistas (redactor de Cuadernos de Medicina Psicosomática y Psiquiatría de Enlace, www.editorialmedica.com, y los artículos y otros textos se relacionan en la web). B)NARRATIVA: “La conciencia de la bestia”, edición privada, finalista (de los 15 finalistas) del Premio Planeta de Novela de 1997. “La ciudad desvanecida”, relato seleccionado por concurso de la revista Escribir y Publicar en su editorial Grafein Ediciones, Colección Escritura Creativa, integrante del volumen de cuentos ASI ESCRIBO MI CIUDAD (2001). “Descensus ad Inferos”, lo mismo que antes, pero este cuento pertenece al libro de cuentos “32 MANERAS DE ESCRIBIR UN VIAJE” , Grafein Ediciones (2002). “Maltidos. La Biblioteca olvidada”, Iván Humanes Bespín y Salvador Alario Bataller, Grafein Ediciones, Barcelona, (2.006). "101 coños, Ilustraciones y breves" (2008), Carlos Maza Serneguet, Salvador Alario Bataller e Iván Humanes Bespín. Ilustraciones de Vanesa Domingo Montón, Grafein Ediciones, Barcelona. "Antología Iberoamericana de MIcrorelatos" (2008),coautor, Ediciones Lord Byron, Madrid (en prensa) La acre lácrima (2006), novela, en http://www.lulu.com/alario7 Un estudio crítico del Necronomicón Apócrifo (2006), ensayo, en http://www.lulu.com/alario7 Las aventuras carpatianas del profesor Exhorbitus (2006), novela, autoedición, en http://www.lulu.com/alario7 Astrum Argentum . La vara del mago (biografía novelada de Aleister Crowley) (2006), novela, en www.lulu.com, en http://www.lulu.com/alario7 El murciélago monstruoso (2006), novela, en http://www.lulu.com/alario7 Nunca volví de cuba (2007), novela, en www.lulu.com, http://www.lulu.com/alario7 Cuentos en www.narrativas.com: Espejos (2007), Los pequeños (2007). La angustia última (2008). Lo que trajo la noche (2008). OBRA INÉDITA: Las nocturnidades de don Arturo del Grial, (2002), novela. Los ojos del moro (2003), novela. El doctor amor y las mujeres (2006), novela. La trama sináptica (2007), novela. Historias de amor, muerte y trascendencia (2007), novelas (dos novelas breves relacionadas). Los estados intestinales (2007), novela. Cuando cazaba pelos (2008), novela breve Cuentos completos (1999-2008) Blogs: http://clinica-psicomedica.iespana.es http://alario1.blogspot.com http://undostrescuentos.blogspot.com http://undostrescuentos2.blogspot.com http://elloboylaluna.blogspot.com http://lasnocturnidades.blogspot.com http://nohaymentesincerebro.blogspot.com
 

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